MUJERES COMO ELLA



Sentado al lado de una luna que no reflejaba ni mi propio rostro, cerca ya de las 10:30 de la noche y con las ventanas casi abiertas iba yo. 

Por suerte el carro iba vacío cuando llegué yo, por tanto no dudé ni un segundo en sacar mis auriculares y escuchar buena música como es lógico en mi, Baladas. Para unos algo deprimente y aburrido, pero para mi el género más maravilloso de la tierra y el único ritmo que me mantiene vivo.

De pronto todos los asientos quedaron copados, pero nadie iba de pie. 
Al levantar la mirada hacia una esquina la cual era siempre muy transitada, me sorprendí a ver a 2 chicas jóvenes quienes se decidieron a tomar el mismo bus que yo. 

Al subir y ponerse al otro lado de las ventanas -ambas iban de pie- mis ojos brillaron por la emoción tan tenue que jamás pude haber esperado. 
Era la chica más, más, más -y no me cansaré en decirlo- más linda que haya podido ver. Era como si soñaras tener tu primer encuentro con Dios y quedaras deslumbrado por la irradiación de su belleza. 

Tenía la piel blanca, el maquillaje tornadizo que jamás había visto, dientes blancos y perfectos, labios rojizos, ojos lindos y llamativos, un escote que le asentaba muy bien y un short marrón que originaba más de una distracción.

Cada vez yo la miraba y la miraba, mis ojos me daban gracias por haberme puesto en su camino. Pude haber tomado otro bus, pero no lo hice porque cuando no doy alcance a algo siempre me ocurre una cosa bonita. 

Me inclinaba un poco para tratar de verla en cuerpo entero y el sólo mirar su short muy corto despertaba un deseo de curiosidad en mi de verla aún más. Ella conversaba con su amiga y yo no dejaba de mirarla, la emoción era tan grande que no recordaba que tenía los audífonos y la música encendida.

Movía mi cabeza de lado a lado buscando la forma de verla por completo. Me paraba un poco para poder verla y el hecho de que ella en cualquier momento voltearía despertaba aún más mi morbosidad. Tenía esa sensación de riesgo que cuando uno piensa no llega ni a la cuarta parte de lo que realmente es. 

No llegué a verla completa, pero mientras escribo esto recuerdo perfectamente su rostro, lo cual no suelo hacer con otras personas. 
El carro iba más despacio hasta detenerse en una esquina por completo. Los dedos de la chica se deslizaban por el para manos hasta llegar a la puerta, la amiga iba delante suyo y ambas bajaban del bus.

Mi melancolía de no verla más me paralizó por completo. Por mi mente cruzó una idea de que me bajaría y la seguiría, lo cual sé muy bien que no lo haría por mi cobardía. 

El bus iba de frente y ella doblaba la esquina. Giré todo mi cuerpo hasta que por fin pude verla... 
Tenía la estatura perfecta de una mujer, el corte de cabello a la medida, las piernas como Dios sólo estando de buen humor haría y esa caminada ondeante y engatusadora que creo yo hasta hoy, nadie ha podido imitar.

Por mi mente cruzaron preguntas como: ¿Tendrá enamorado? ¿La volveré a ver? ¿Vivirá cerca de donde bajó?  24 horas después y sé que miles de millones de horas más, nunca pondré fin a esas preguntas. 

Porque mujeres como ella sólo en sueños, y si la vez despierto agradeces en silencio de estar vivo. 
Mujeres como ella hacen la vida verdadera vida por minutos, que al bajarse del vuelo regresas de nuevo a tu mundo, a tu mundo.

Siempre miraré la esquina esperando volver a verla y mientras los días pasen sé que la intensidad no bajará ni un instante, aunque me desvíe en el camino. 

Porque mujeres como ella no se olvidan... ni se tienen cerca.

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